DENUNCIA MALTRATO / HOSTIGAMIENTO / DISCRIMINACIÓN
SR.
AGENTE FISCAL DE LA
UFI
8 DE LOMAS DE ZAMORA
S_____/__________D
Aldo Marcelo Luna,
DNI 34270207, con domicilio en la calle potosí 597, de la localidad de Parque
Barón, Partido de Lomas de Zamora, email lunaaldomarcelo@yahoo.com.ar, aldo.luna@pjba.gov.ar con número de teléfono 1166701630/ 1134814608 , en IPP -07-00-031022-24/00,
con intervención de la UFI nro. 8 y el
Juzgado de Garantías nro. 8 departamental. por derecho propio me presento y
digo:
Los relatos de los hechos que voy a
transcribir en la presente para que se realice la investigación pertinente
frente dos funcionarios públicos de abolengo y con carrera en el Poder Judicial
Lomas de Zamora, no es sencillo poder tener en cuenta cada suceso, mas, aunque
desde mi ingreso y mi nombramiento el 28 de agosto del 2013, y los años
venideros dentro de ese Juzgado, que a todas luces lo defino como una jaula de
hierro, donde la burocracia y el maltrato se encuentran en tándem.
El ambiente en el Juzgado de Garantías Tres
era tenso. Los pasillos, normalmente tranquilos, se llenaban de murmullos
cuando Romina Luongo y Gustavo Gaig, compañeros del juzgado, me llamaron a la
oficina de la secretaria. Sus rostros, marcados por una expresión severa, presagiaban
lo que estaba por venir.
Me encontraba sentado frente a Romina y
Gustavo. De repente, la atmósfera se volvió densa cuando Romina cerró la puerta
con un golpe seco, abriéndola de nuevo las puertas abiertas para que cualquier persona
que pasara pudiera escuchar lo que sucedía dentro, todo esto ocurriendo durante
junio / julio del 2014, vale aclarar en pleno mundial del Brasil.
"¡No tenes idea de con quién estás
tratando!" gritó Gustavo, su voz resonando en la pequeña oficina. Romina
se unió, su tono igualmente feroz. "¡Te vamos a sacar de aquí de una
patada! ¡Esto es inadmisible!", porque realmente en ese momento, no llegue
a atender a un amigo de Gustavo, que se llamaba Hernán, en ese mes estábamos de turno, y disculpe esta expresión,
pero ningún chico de mesa es Ghanesa, para realizar varias cosas a la vez,
desde atender a las personas en la Mesa de Entrada, enviar fax a las comisarias
o servicio penitenciario, o atender los teléfonos, y el solo hecho que íbamos unos días de turno, a todas luces, las mejores caras
no se visualizan, sino que al revés, denotan lo
peor de aquellos que sostienen el poder, y creen que pueden hacer a diestra
y siniestra lo que deseen con el otro u otra. Pero realmente su enojo ya venía
de antaño, como había mencionado y mencionare la cuestión partidaria o mi orientación
sexual, a su saber era una molestia.
Continuando con ese momento que me lleno de congoja,
el volumen de sus gritos era tal que los empleados de otros juzgados comenzaron
a detenerse y a mirar con preocupación. Sentía sus miradas, inquisitivas y
alarmadas, fijas en la puerta abierta. Mis manos temblaban mientras intentaba
encontrar palabras, pero el miedo y la angustia me paralizaban.
"¡Sos una vergüenza para este lugar! ¡No
te queremos aquí!" continuó Romina, acercándose cada vez más, invadiendo
mi espacio personal. Gustavo, de pie junto a la puerta, vigilaba cada uno de
mis movimientos con una mirada amenazante.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis
mejillas mientras la desesperación se apoderaba de mí. No podía encontrar
sosiego en ningún rincón de la oficina. Me sentía atrapado, como un animal
acorralado, sin salida. Cada palabra, cada mirada de Romina y Gustavo, era una
puñalada directa a mi dignidad.
"¡Te vamos a echar y todos aquí sabrán
por qué!" exclamó Gustavo, aumentando la intensidad de sus amenazas. Su
voz retumbaba en mi cabeza, y el pánico me impedía pensar con claridad.
Al final del día, después de ese tormento,
decidí que no podía quedarme callado y luego de un tiempo, varios años tomo
coraje para relatar la presente.
La normativa argentina establece que las
amenazas, especialmente aquellas que se realizan de manera tan pública y
violenta, pueden constituir un delito bajo el artículo 149 bis del Código Penal
Argentino. Este artículo prevé penas de prisión para quienes amenacen con
causar un mal grave y futuro, lo cual claramente aplicaba en mi caso. Además,
el acoso laboral, conocido como mobbing, está regulado por la Ley de Contrato
de Trabajo, y las acciones de Romina y Gustavo constituían una grave violación a
mis derechos como trabajador, aunque la presente se tiene que visualizar con
las normativas de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires.
La situación no solo había sido una agresión
a mi persona, sino también una forma de violencia psicológica que afectaba mi
desempeño y bienestar en el trabajo. Las miradas y el constante control de
Gustavo sobre mis acciones solo incrementaban mi ansiedad y sensación de
vigilancia continua.
Confié en que las autoridades tomarían cartas
en el asunto y que, finalmente, encontraría justicia. Las lágrimas y el miedo
de esa tarde serían las pruebas de que, aunque intentaron doblegarme, mi voz
sería escuchada.
Soy consciente de la delicadeza de este tema
y trataré de relatarlo con el respeto y la sensibilidad que merece. Aquí tienes
el relato en primera persona.
Desde el momento en que me diagnosticaron con
VIH, supe que sería un desafío no solo médico, sino también social. Lo que no
imaginé fue que la discriminación vendría de alguien tan cercano en el ámbito
laboral.
Confié en Romina Luongo, una compañera del
Juzgado de Garantías, y decidí compartir con ella mi situación. Pensé que podía
contar con su comprensión y apoyo, pero su reacción me tomó por sorpresa, mas allá
del historial negativo que teníamos, pensé que esto podría humanizarla.
Al principio, Romina intentó mostrar empatía,
pero pronto sus miradas comenzaron a cambiar. Notaba en sus ojos un juicio
silencioso, una mezcla de temor y desaprobación. En lugar de apoyarme, empezó a
distanciarse, tanto emocional como físicamente.
"Deberías separar tus cosas
personales," me dijo un día, con un tono que intentaba ser amistoso pero
que no pudo esconder su verdadero sentimiento. "Platos, vasos, tu juego de
mates... es por seguridad, ya sabes."
Me quedé paralizado. No sabía qué responder.
Romina, a quien consideraba una amiga, ahora me veía como un peligro. A medida
que pasaban los días, su comportamiento se hizo más evidente. Cada vez que
tocaba algo, ella lo limpiaba inmediatamente después, como si mi sola presencia
contaminara todo a mi alrededor.
"Creo que deberías contarle a todos en
la oficina que tienes VIH," me sugirió un día, con una frialdad que me
rompió el alma. "Es justo que lo sepan."
Su actitud me hacía sentir como un leproso en
tiempos antiguos, alguien a quien todos debían evitar y temer. La tristeza y la
humillación se apoderaron de mí. Me veía obligado a trabajar en un ambiente
hostil, donde cada mirada, cada gesto de mis compañeros era un recordatorio
constante de mi condición y del rechazo que generaba.
La situación se volvió insoportable. No
soportaba tanta maldad, tanta discriminación. Cada día era una lucha contra la
desesperanza y la indignidad. Finalmente, decidí que no podía quedarme callado.
Con lágrimas en los ojos, redacté una denuncia detallada sobre el trato que
estaba recibiendo.
La Constitución Nacional Argentina y diversas
leyes protegen a las personas de cualquier forma de discriminación. La Ley Nº
23.592 establece penas para aquellos que realicen actos discriminatorios por
motivo de raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial,
sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos. En el caso del
VIH, cualquier acto de discriminación es considerado un delito grave.
Además, el artículo 248 del Código Penal
Argentino agrava las penas cuando los actos discriminatorios son realizados por
funcionarios públicos, como en el caso de Romina. Este artículo impone penas
severas para aquellos que abusen de su autoridad para discriminar o maltratar a
otros.
Mi intención es seguir adelante con esta
denuncia y redactar lo que me sucedió frente al fiscal DE TODO
LO SUCEDIDO EN Garantías 3. No solo por mí, sino por todos aquellos que
sufren en silencio la discriminación y el rechazo. Merecemos vivir y trabajar
en un entorno donde se nos respete y se nos trate con dignidad.
Esta historia refleja la profunda tristeza y
el dolor de la discriminación, y subraya la importancia de la normativa
argentina en la protección de los derechos humanos y la lucha contra la
discriminación, especialmente cuando es perpetrada por funcionarios públicos.
FDO: Aldo Marcelo Luna
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